has de disponer que abran las ventanas y me dejen marchar, que la noche no duela.
Me despedirás y arderé en una estrella. Y celebrarás este pequeño milagro.
Han pasado algunos años desde la última promesa, ella se marchó y dejó olvidado un cuerpo dormido. Soñaremos que una noche a ella le pinchó la rueca y no despertó.
Y a él sólo le queda celebrar esta última ofrenda, la despedirá y arderá en una estrella y celebrará este pequeño milagro, su pequeño milagro.
Él ha abierto las ventanas, y ella se aleja sonriendo, imagina mientras la tarde naranja va cayendo.
Elegimos el camino, también al fin del trayecto, y ahora a celebrar, a la luz de una estrella vespertina y azul, la hazaña de estar vivos, conocerte aquí, todo aquello que fuimos, ya sabes, en fin, nuestro pequeño milagro,
mi pequeño milagro.